“Lo que tienes que hacer para tener éxito es cambiar de hábitos… Si sigues así, no vas a conseguir nada. ¿Verdad doctor?” Así se dirigía a mi una madre desesperada por ciertos comportamientos de su hija, y más pendiente de que mi respuesta reforzara su razón, que de hacer comprensible y útil nuestro primer encuentro.
“Claro que, en el fondo, continúa, yo la entiendo; este año con la pandemia esta, nos coge a todos deshabituados. ¡Ya ni sabe una lo que tiene que hacer, ni cómo tiene que hacerlo!”
Reflexionando sobre la sesión mantenida con esta madre y su hija, y en concreto sobre estas frases, me dije: ¡Lo ha clavado!… Cuanta sabiduría en cuatro pensamientos:
El cambio es imprescindible para avanzar, crecer, tener éxito; Para cambiar es necesario modificar los hábitos “habituales”; Si no lo hacemos, la novedad nos pilla “deshabituados”, y se produce un conflicto que hemos de resolver “re-habituándonos”; esto es, adoptando nuevos hábitos para la nueva situación.
Y si lo conseguimos (con mayor o menor sufrimiento), tenemos éxito. Desde aquí me surge la idea de crear este artículo para, con vuestra ayuda, comprensión y comentarios, arrojar juntos un poquito de luz sobre la relación de estos tres continuos de nuestra vida: Cambio, hábitos y alcanzar el éxito.
¡Vamos a ello!
Contenido
Introducción
Empecemos con una primera aproximación: Cambiar de hábitos, NO ES FÁCIL. O mejor dicho: Cambiar de hábitos ES MUY DIFÍCIL. Podemos listar diferentes razones que sustentan esta afirmación.
Una. Nuestro cerebro, como gran consumidor que es de energía, requiere establecer hábitos (atajos) para economizar aquella. Precisa poner las tareas “rutinarias” en automático (o semiautomático) para enfocarse en “los peligros” de vivir. No olvidemos que la función principal de nuestro cerebro es mantenernos vivos y sanos.
Dos. Nuestro cerebro es muy “listo” y a la vez, muy “vago”. Una vez que reconoce una información nueva, que la encuentra útil y que la valida, la envía a la memoria a lago plazo para que forme parte de los conocimientos “importantes”, y desde ahí, utilizarla en la creación de hábitos que nos facilitan la función principal: la tarea de seguir viviendo con éxito.
Tres. Una parte crítica de la información guardada en nuestro cerebro está relacionada con nuestras creencias, esto es: afirmaciones aprehendidas, conscientes o inconscientes, (positivas o negativas) que nos repetimos una y otra vez en nuestros diálogos internos. Tales creencias devienen en las “gafas invisibles” que interponemos entre la realidad y nuestra interpretación de esta. Por cierto, es interesante que sepamos que casi nunca coinciden.
Desde bebés, según pasa el tiempo, por aprendizaje o por modelado, y con el apoyo de nuestra emocionalidad, vamos dando forma y consistencia a nuestros hábitos; y nos sentimos felices con ellos hasta que llega el momento de que pierden utilidad para vivir o, incluso, son contraproducentes para ello, y entonces comienza nuestro calvario hacia el cambio de hábitos y desde estos renovados, hacia el éxito. Pero antes de entrar en el proceso del cambio, profundicemos un poco más en nuestros hábitos.
Como apuntábamos, podemos definir un hábito como un atajo que crea nuestro cerebro para ahorrar energía, que nos proporciona estabilidad y seguridad, que nos permite vivir (aunque con bastante rigidez) y que se compone de tres elementos:
- Conocimientos. Esto es, información nueva o ya ubicada en nuestro almacén.
- Habilidades. Aprender cómo usar ese conocimiento de forma efectiva en lo que hay que hacer, y mostrarnos hábiles en ello por medio de la práctica continua.
- Actitudes. Dentro de nuestra escala de creencias y valores, o de nuestro interés utilitario, empeñarnos hasta conseguir el resultado deseado, y persistir en ello hasta automatizar el componente actitudinal al nivel necesario y deseado.
La intersección de los tres configura el hábito. Este se mostrará más o menos fuerte, estable, sólido, consistente, etc., según sea la cantidad o variabilidad de cada uno de sus componentes.
Una vez configurados, tenemos tendencia a actuar por hábitos aprehendidos. Ello nos ayuda a realizar tareas con la velocidad adecuada, pero son hábitos inflexibles. Tal inflexibilidad es crucial para operar en contextos estables, pero letal en entornos cambiantes. A veces, el hábito fosilizado es peor que la ignorancia. Se convierte en una rémora que nos impide avanzar según nuestros deseos o circunstancias.
En este contexto, la capacidad de desaprender llega ser más crucial quizás que la capacidad de aprender. En cualquier caso, desaprender y aprender son dos caras del proceso de cambio de hábitos para el éxito.
Cambio de hábitos para el éxito.
En lo que nos ocupa, y de forma general, podemos decir que tener éxito es conseguir aquello que se persigue; ya sea obteniendo algo que no tenemos, eliminando lo que consideramos dañino, superando algún reto relacionado con cualquier aspecto de nuestra vida; sea este elegido o impuesto.
Entonces, podemos decir que nos proponemos cambiar nuestros hábitos, porque:
- Los que tenemos en la actualidad producen resultados que no son tan satisfactorios como lo eran antes, ya no nos conducen al éxito esperado.
- Estamos en una nueva situación vivencial (trabajo, relaciones familia, etc.,), y necesitamos nuevos hábitos para afrontarla con éxito.
- Los resultados de nuestros hábitos son ahora dañinos para nuestros intereses.
Así que, como estamos en una situación “de incomodidad”, de “no éxito”, tenemos que cambiar nuestros hábitos. O mejor dicho, “queremos” cambiarlos. Esta distinción entre el tener que y el querer, es muy importante para que nuestro esfuerzo tenga éxito.
¿Cómo cambiar de hábitos?
Para compartir sobre cómo cambiar de hábitos con los asistentes a mis conferencias o Webinars, con los participantes en mis sesiones o programas, suelo empezar con una metáfora: Cambiar de hábito es, de alguna manera, como vestirse y desvestirse con la ventana abierta en una fría y soleada mañana de invierno: Te resistes a quitarte la ropa puesta, te mantiene abrigado, pero sabes que no te sirve para tu siguiente actividad. Y aunque tienes elegida la ropa que vas a ponerte, incluso la has dispuesto y desplegado sobre tu cama, eres consciente de que para llevar ésta has de dejar primero la otra, y que en este cambio, estarás un tiempo desnuda o semidesnuda, y tendrás frío, y te sentirás “desabrigada”, “desprotegida”, y te resistes. Pero si no te “expones”, no llegarás al (éxito) final de estar vestida con la ropa que quieres y necesitas llevar.
Si retomamos de nuevo los componentes del hábito, hay tres aspectos muy importantes a contemplar:
1.- Actitudinal: Porqué y para qué. Sin disponer de la actitud apropiada, difícilmente se producirá el cambio. Contar con una actitud proactiva, hacia la acción, enfocada tanto al proceso como al resultado, y, sobe todo, decidida (esto es, de decisión propia), difícilmente pasaremos la fase de enfriamiento de la ilusión de actuar. Cambiar de hábitos implica “querer hacerlo” más que “tener que hacerlo”.
2.- Saber: Qué. Dentro de cada hábito a cambiar, decidir qué conocimientos actuales están obsoletos, ya no me sirven. Sin duda, saber nos produce seguridad, orgullo, estabilidad; y también cuando han dejado de ser útiles, desconfianza, intransigencia, discontinuidad, quedarnos fuera.
3.- Hacer: Cómo. Si el esfuerzo de querer saber es complicado, el reto de querer probar, sin seguridad, sin confianza, nos aterra. Superar este miedo, estar dispuestos a fallar, entra dentro de la actitud imprescindible para seguir vivos.
Por tanto, ¿Cómo cambiar nuestros hábitos?…
- Primero, no nos empeñemos en cambiarlo TODO de una vez; analicemos los componentes y comencemos por cambios incrementales que nos permitan avanzar y corregir según avanzamos.
- Segundo, encontremos y revisemos cuáles son las creencias, los valores, los objetivos sobre los que se sustentaban los viejos hábitos. Es muy probable que estén obsoletas también. Ajustando estas a la realidad nueva, será más fácil promover hábitos más exitosos.
- Tercero, aprendamos de los grandes maestros, quienes ya nos dejaron escrito cómo hacer reingeniería con nuestros hábitos para tener éxito. Por ejemplo, nuestro admirado Stephen Covey, nos regaló siete consejos insuperables que, ajustados a nuestro interés, suponen:
- Ser proactivos. Esto es, actuar, promover, hacer, proponer, no dejarse sorprender. No caer en el determinismo de justificar el fracaso con cuestiones ajenas.
- Tener el objetivo en mente. ¿Cuáles son los objetivos que alcanzaremos si ponemos en marcha los nuevos hábitos?… Estos deben configurarse en función de aquellos.
- Lo primero, es lo primero. Establecer prioridades. Ni todo es igual de importante en cada momento, ni todo hemos de hacerlo al mismo tiempo. Hacer, pero en el orden que nos lleva al éxito.
- Ganar, ganar y ganar. Nuestros hábitos nos llevarán al éxito, si contemplamos en ellos cómo contribuir al éxito de los demás. Si todos ganamos, avanzamos todos.
- Comprender para ser comprendido. Fomentar la confianza y la cooperación, desde la plataforma de saber escuchar y comprender, así sumaremos a los otros a nuestros éxitos.
- Encontrar sinergias. En línea con el anterior, mi hábito más tu hábito, si están alineados, serán nuestros HÁBITOS. Más grande, más fuerte, más definitivo.
- Entrenamiento físico, mental, espiritual. En mis hábitos ha de estar incluido cuidarme y crecer. Aprender y renovarme. Buscar y mejorar y, desde aquí, SER. Esto lo conseguiremos a través del mentoring o del coaching.
Conclusiones
Como reflexión final: ¿Y si el éxito fuera encontrar una forma habitual de adoptar y adaptar mis hábitos, a pesar de los miedos, a las circunstancias cambiantes por las que discurre mi vida?
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