¿Qué tienen que ver tus derechos y mis deberes con los Derechos Humanos Universales? La vertiginosa velocidad de nuestro día a día quizá esté llevando la relación profesional, la forma en que nos tratamos y nos comunicamos, a puntos fuera de todo derecho. Partamos de los universales para analizar los particulares. ¿Qué opinas?
“Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos; y desde su razón y consciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros…». 70 años se cumplieron, el pasado mes de diciembre, desde que la Asamblea General de la ONU adoptara el anterior como Artículo Número Uno.
Para todos y cada uno de los seres humanos, y que nadie, persona, empresa, grupo o nación, podrá suprimirlo, ningunearlo o cambiarlo. «…iguales en dignidad y derechos…», «…comportarse fraternalmente los unos con los otros…». Impresiona, ¿verdad?
Contenido
Tus derechos y mis deberes
Clarividente inteligencia la de un grupo de líderes que, deshumanizados a la fuerza y horrorizados por los resultados colaterales consecuencia de la Segunda Guerra Mundial, decidieron trabajar juntos para invertir el proceso y tratar de humanizarse, de nuevo, entre sí. Mucho se ha conseguido desde entonces, aunque –y a tenor de cómo va el mundo, los países, las empresas, las personas y las relaciones– cabría preguntarnos: ¿estaremos deshumanizándonos de nuevo?
Esta cuestión que causalmente llegó a mi mesa de trabajo, esto es el tratar de entender qué significa en el entorno empresarial «iguales en dignidad y derechos (…) comportándonos fraternalmente», y cómo acertar a la hora de cumplir con mis deberes, desde los derechos de las personas con las que me relaciono cada día –entre las que estás tú, lector– me han llevado a escribir la presente entrada.
¿Y qué tienen que ver tus derechos (y mis deberes) con los de la ONU?, te estarás preguntando. Bueno, he pensado que revisar los derechos más elementales, los más fundamentales e importantes, los que todos subscribimos y defendemos, puede ser un excelente preámbulo para que después dictemos tus derechos (y mis deberes) particulares. Vamos con ello.
Tal vez te resulte extraño. Pero he decidido que este año 2019 ha de ser el de vuelta a los valores fundamentales. A aquellos en los que siempre he creído; los que mis padres, mis mentores, las personas que admiro (vivas o no) me inculcaron.
Vuelta a los valores fundamentales
Sí, es el momento de revisar y valorizar mis relaciones empresariales. Y tú eres una parte muy importante de mis relaciones.
Bien; pongámonos con ello. De inicio, quiero apuntar que además del Artículo nº 1 nombrado, hay otros cuatro que también me gustaría que repasáramos juntos:
- «Nadie estará sometido a esclavitud, ni a servidumbre; la esclavitud y la trata de esclavos están prohibidas en todas sus formas». (Artículo nº 4)
- «Ninguna persona será sometida a torturas, ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes». (Artículo nº 5)
- «Todo ser humano tiene derecho, en todas partes, al reconocimiento de su personalidad jurídica». (Artículo nº 6)
- «Toda persona tiene derecho a la propiedad individual y colectiva, y nadie podrá, de forma arbitraria, privarle de ella». (Artículo nº 17)
¿Sabes? Cuando reviso estos cinco artículos de la Declaración Universal, me siento abrumado por la cantidad de veces en las que, con mucha probabilidad, no supe estar, contigo, a la altura de lo que tales artículos encierran. Te pido disculpas por ello.
Por ejemplo, cuando me acerco a ti, a tu empresa, solicitando tu respeto, tu reconocimiento hacia mí, pidiendo tu mejor propuesta, tu tiempo, tu inteligencia, tus conocimientos y experiencias acumuladas a lo largo de los años –desde los estudios y proyectos que hiciste, desde los aciertos y desde los errores que cometiste–, estoy haciendo uso de mis derechos fundamentales de individualidad y propia personalidad, a ser tratado como igual, a esperar de ti lo mejor que puedes poner sobre la mesa para mí, a ser reconocido como único y especial, tanto desde ti, como desde tu propuesta y respuesta.
Y he de reconocer, amigo mío, que siempre he podido contar con ambas. Por eso, te doy las gracias.
En justa reciprocidad
Y me pregunto: ¿puedes tú decir lo mismo de mi comportamiento hacia ti? Cuando me comprometo a darte una respuesta o una valoración acerca de la idoneidad o no de tu propuesta, ¿te llega ésta en tiempo y forma, o quizás me demoro, o no contesto según lo previsto, o simplemente doy la callada por respuesta?
Ummm, veo que cuando actúo de ese modo estoy mostrándome escasamente «fraternal o igualitario» contigo. Por otro lado, mi forma de ningunearte, ¿puede ser entendida como una especie de esclavitud, de servidumbre o hasta de tortura? Por descontado amigo que, por mi parte, no hay ninguna de tales intenciones cuando obro de ese modo. Pero al negarte mi respuesta, al escamotearte mis “noes” o mis “síes” más allá de lo razonable según lo requerido para deliberar o actuar, me estoy adueñando vergonzosamente de algo que te pertenece por derecho propio: tu mente, tu tiempo, y quizá, tus miedos.
Te estoy haciendo dependiente de mi incoherencia, encadenándote a mis caprichos, inseguridades o incapacidades para afrontar la situación con asertividad. No, no es justo por mi parte. Y, de nuevo, te pido disculpas por ello.
Por otro lado, cuando lo pienso más allá de mí mismo, como responsable («hábil para responder») de mis acciones también ante mi empresa, en la que ocupo un cargo importante y a la que represento, ¿tales comportamientos contra los Derechos “Humanizados” ¿son los que mejor cuadran con la imagen de mi organización?, ¿con lo que ésta, sus accionistas, sus clientes, sus prescriptores, pueden esperar de los valores que la conforman y la sustentan? La respuesta, por obvia, se me escurre de los labios.
Intercambiar en pos del acuerdo
Y en este punto es donde entran mis deberes para contigo. Con permiso de los Padres de los Derechos Humanos, y parafraseando a estos, me comprometo contigo a cumplir los 3 artículos que siguen:
- Artículo 1 «Tratarte fraternalmente, con igualdad de derechos y con la dignidad con la que tú me tratas a mí».
- Artículo 4 «Reconozco tu personalidad jurídica independiente, profesional, e idéntica en libertades y merecimientos. Y desde esta igualdad, y sin dependencias, te trato».
- Artículo 3 «Tus ideas, tu creación, tu tiempo, son exclusivamente tuyos. Por mi parte, los respeto y los valoro y correspondo según nuestros acuerdos».
¡Bien! Me siento mucho mejor ahora que, desde la introspección, la sencillez y la afinidad he conseguido reconocer cómo mi nuevo entender nuestra relación. Y entenderte a ti, me a permitir valorizarme más a mí mismo.
Y, ahora, vayamos con la segunda parte del artículo: mis Derechos (y tus deberes) en nuestra relación empresarial. ¡Suerte la mía! Descubro “causalmente” que ya está escrito: basta con cambiar, a lo largo de todo el texto anterior, los “tus” por “mis”, y viceversa.
Aunque, quizá resulte más oportuno intercambiarlos. Y así nos entendemos. Gracias amigo.
Carlos Duarte es director en CommSense y Grupo Psico. Su dilatada experiencia profesional, así como su vasta y heterogénea formación, le capacitan para abordar con éxito cualquier necesidad de consultoría, de formación, y/o de perfeccionamiento profesional y personal (coaching), tanto de forma individual como con equipos de trabajo.